El reacomodamiento de precios relativos es algo bastante parecido a los melones amontonados sobre el carro, que se van acomodando al andar. Si uno mira el proceso con detenimiento (el de reacomodamiento de los melones) podrá verse que algunos melones tienen mayor capacidad para ocupar un espacio, en tanto que otros se acomodan donde pueden.
Con los precios de todos los bienes y servicios, enlazados en una compleja trama, ocurre más o menos lo mismo. Se reacomodan a partir de cambios en variables macro (con el tipo de cambio en la mira de todos), de la baja de retenciones, de cómo impacta en las respectivas estructuras de costos la mano de obra (con paritarias en puerta), de las tarifas de servicios públicos, del precio de los combustibles y de la tasa de interés. Demasiadas variables sueltas, resume el Espantapájaros.
Si todo se resolviera, en función de una evaluación ponderada de los costos, el tema sería relativamente sencillo. En poco tiempo los melones estarían acomodados y el carro andando. Pero el tema es más complejo, porque aparte de los costos específicos gravitan las expectativas respecto a la evolución futura de las variables y de lo que podrá ser el costo de reposición. En este punto vale la aclaración que todos los que tienen algo por vender, tratarán de cobrar por los bienes y servicios que producen, lo más que puedan.
Los costos de unos son los precios de otros. Contratistas, proveedores de insumos, transportistas y todos aquellos que le venden algo al agro, tratarán de acomodarse al nuevo contexto. Y no escaparán a la regla de tratar de cobrar lo más posible. El Espantapájaros advierte que de nada sirve que, en algunos rubros, se “pasen de rosca”, porque lo que también cuenta es el volumen. La ecuación que cuenta es precio por cantidad, acá y en la China. Si los precios se desbocan habrá poco volumen de ventas y eso no le sirve a ninguno. En este punto la imagen de que los melones se acomodan al andar, vuelve a estar presente.
Ante los cambios en las variables macro, los costos de los otros varían. No vayan a pensar que solamente aumentan, aclara el Espantapájaros. Si los medimos en dólares, en algunos casos pueden bajar. Pero la pulseada entre los precios de los otros (léase insumos, servicios e incluso impuestos provinciales y tasas municipales) con los precios de los productos (léase granos, hacienda o leche) será la que definirá si la competitividad perdida se recupera de alguna forma.
No existe en el agro ninguna posibilidad de fijar los precios en función de una suma de costos más un razonable margen de ganancia. Menos aún de tener algún resguardo frente a la posibilidad de aumentos en costos futuros o de contingencias climáticas adversas.
Los precios del agro tienen un nuevo piso y un nuevo techo. Para los granos la cuenta es sencilla. El techo es el FAS teórico, dado por los precios FOB menos los gastos de exportación. Las retenciones ya no forman parte de la ecuación, salvo para la soja. Si por algún motivo los precios de mercado estuvieran muy por debajo del FAS teórico, tal como habitualmente ocurre en el pico de cosecha, por exceso de oferta, la recomendación del Espantapájaros sería la de sentarse sobre los granos y esperar a que los melones se reacomoden. A diferencia de lo que pasaba antes, cuando el FAS teórico era inalcanzable por culpa de los cupos de exportación que generaban acumulación de inventarios por encima de los requerimientos de la demanda, ahora los FAS teóricos son plenamente logrables.
Para la hacienda, la ecuación es un poco más compleja. La exportación (sin retenciones y con nuevos mercados abiertos para colocar carnes argentinas) enfrenta el problema de una oferta de novillos insuficiente. Con muy poco que aumente la demanda, el alza en la hacienda llevará a que la competitividad lograda por un tipo de cambio más alto se diluya. En vista de que el grueso de la faena se destina al mercado interno, el techo de los precios dependerá de la capacidad de compra de los consumidores. En este punto gravitan no solamente el reacomodamiento de sueldos y salarios, sino también el nivel de actividad económica y las variaciones de precios de una inmensa canasta de bienes y servicios. Diagnóstico imposible.
En algunos productos, tal como en la producción de trigo, de maíz, de girasol, de sorgo y en los planteos de cría los melones quedaron mejor alineados que antes. Para la soja el panorama no ha mejorado tanto. Para planteos de engorde a corral la ecuación transita caminos previsibles, de mayores costos de alimentación y de un ternero caro. Para el tambo la ecuación se complicó a partir de precios de la leche estancados y costos que aumentaron.
El proceso de reacomodamiento es gradual. La lupa habrá que ponerla tanto sobre los precios, como sobre los costos (que son los precios de otros).
Si alguno piensa que con la baja de retenciones y con una comercialización sin cupos, sumado a una paridad cambiaria más competitiva se resuelven automáticamente todos los problemas del agro se equivoca. Los cambios en las variables macro eran más que necesarios, pero ahora, con los ingresos más ordenados, la problemática viene por el lado de los costos. “Los otros también juegan”, resume el Espantapájaros. En el reacomodamiento, hasta el último de los melones tiene que quedar bien ubicado.