Con fuertes restricciones del forraje, la cría pasa por una situación forzosa en donde el riesgo de descapitalización es alto.
De cara al inicio del invierno, las fuertes restricciones del forraje y los elevados costos de la suplementación resultan un problema fundamental para una categoría relegada en el último tiempo. Tanto el ternero, como la vaca, se mantienen dentro del registro de las peores campañas de los últimos años. Ambas categorías, resultan fundamentales para sostener la estructura de un año productivo para un criador.
Al momento, el precio del ternero acumula un retraso en sus valores del 38%, mientras que la vaca con destino a faena, registra un retraso promedio igual a la categoría liviana. En el caso de la vaca flaca, a raíz de la sequía, mantiene una diferencia porcentual aún mayor, del 50%.
En lo que va del año, se evidencia una suba en el stock de terneros la cual es mayor a lo conseguido en el 2022, pero con menores kilos logrados por destetes anticipados y falta de pasto. Incluso, en muchas zonas se mantienen con diferencias de kilos logrados de un 40% en función de lo obtenido hace un año. Consecuentemente, el invernador, demandante de este tipo de hacienda se mantuvo con un poder de compra bajo, casi ausente. Por lo que este año, en un contexto inflacionario, el productor se plantea como transitar un ciclo con menores ingresos evitando un proceso de descapitalización.
Para lo transitado del 2023, se observa una fuerte venta de vacas, forzadas por la sequía y en función al faltante de ingresos por la zafra de terneros. Durante el mes de abril, la faena de vacas marcó un incremento del 27% respecto a igual período del año pasado, mientras que para mayo posiblemente también se registre un volumen superior al ciclo previo.
La presión de la seca, los bajos valores para la hacienda, la pérdida de animales y posteriormente al invierno, la compra de los vientres, serán determinantes para los productores en el ciclo actual.